Baja del micro que trae al plantel de Estudiantes a su hotel en Santiago del Estero y una familia le pide que firme la camiseta que utilizó en la semifinal contra Boca. La que tiró a la tribuna y un hincha agarró a modo de trofeo. Como fuera, Edwuin Cetré parece haberse acostumbrado rápidamente también a su fama incipiente, a ser la carta ganadora del equipo de Eduardo Domínguez, aunque todavía esté en duda para la final ante Vélez. El colombiano, en efecto, la rompe adentro y también afuera…

“¿Si soy el Kevin De Bruyne colombiano? Nooo, yo soy Kevin De Brownie”. El apodo que él mismo se puso, a partir de un golazo que le hizo a Central Córdoba con el sello del jugador belga del City, es todo una muestra de su simpatía. Adentro es explosivo, desequilibrante, impredecible, autor del empate de penal en Córdoba. Afuera, también entiende el juego, carismático y divertido, ya convive con las cámaras como si jugara en Argentina desde hace años.

“De Brownie” hoy disfruta y se ríe de su incipiente fama en el Pincha, porque Cetré la tuvo muy difícil de pibe. Todo ese potrero y esa alegría que contagia, parecen contraponerse con una historia de vida durísima en su Colombia natal. Y acaso, algo de todo lo que vivió en sus pagos, le haya servido para despertar ese espíritu que hoy tiene en la cancha. Si se juega como se vive, pues algo de eso fue creciendo con él en el barrio Mariano Ramos, donde nació, uno de los más peligrosos de Cali, que el año pasado, por caso, tuvo un registro de dos homicidios por día.

Cetré convivió en carne propia, en sus tiempos de juventud, con la violencia y la peor de las sensaciones: saber que la vida en general y la suya en particular estaba en riesgo en cada esquina. Delincuencia, armas, tiros, eran parte de un ambiente cotidiano del que era difícil que pudiera escapar. Lo vivió tan de cerca, que hoy es una marca de dolor.

“Tuve espejos como mis tíos, que jugaban fútbol, pero eran de la banda del barrio y los mataron. Yo me propuse ser el orgullo de mi zona, donde había muchos buenos jugadores que no llegaron por mala cabeza”, reveló él mismo, cuando el fútbol ya había sido su salvavidas, una término nunca tan preciso.

Fue antes de llegar a Junior y empezar a convertirse en una de las promesas del fútbol de su país. Por entonces, jugaba en Racing de Mariano Ramos y ya no pasaba inadvertido en la cancha. Sin embargo, Edwuin tuvo que aferrarse a la pelota como la contención que no tenía en su entorno familiar. De hecho, pasó de vivir con sus abuelos, su mamá y los tíos (luego asesinados) a mudarse a la casa de unos vecinos. Con ellos creció. Y se convirtieron en su segunda familia.

Fue en ese tiempo que lo fichó Boca Juniors de Cali. Sí, casi a modo de destino, Boca se cruzaba por primera vez en su carrera. Por entonces, jamás imaginó que años después, le haría un gol en una semifinal al equipo donde brillaron Córdoba, Bermúdez y Serna, sin dudas uno de los clubes más inspiradores para el fútbol colombiano. Fue el grito que revivió a Estudiantes en un partido que venía cuesta arriba, el pasaporte a los penales. Y a la final.

Por entonces, en Colombia, Cetré empezaba a jugar con nombre propio. Ya no era el pibe que esquivaba balas en Mariano Ramos, sino la joven promesa de la zona que no paraba de eludir defensores, con su talento y su gambeta desequilibrante. De hecho, ya jugando en Boca de Cali lo citaron para el Sub 17 de su país que disputó el Sudamericano del 2015. Más tarde, también sería convocado al Sub 23 (todavía no tuvo su chance en la Mayor).

A partir de ahí, cuando su primer vínculo con la selección parecía ser su despegue, su carrera -y su vida- tuvo un giro inesperado: con 18 años se fue a jugar a la segunda de Uruguay, a Rocha. Una salida poco convencional, pero que le sirvió para madurar fuera de su país y entender otra filosofía de juego, acaso una más parecida a la argentina. Allí convivió con el roce, la marca física, con el cuerpo a cuerpo, y se hizo más fuerte.

Tras un paso por el Santos Laguna, donde fue campeón sin brillar, volvió a Colombia para recuperar parte de su esencia y convertirse, ahí sí, en uno de los mejores delanteros del país. Junior fue su despegue y en Independiente Medellín explotó, con 21 goles en 65 partidos en el 2023. Fue entonces que apareció Estudiantes, que lo pagó como una verdadera figura: 2.500.000 de dólares por el 50% de su pase.

En el Pincha se destacó de entrada. A los 26 años, casi no necesitó adaptación. Y hoy es la esperanza de sus hinchas para la final con Vélez. Lleva tres goles y tres asistencias en este 2024. Con esa sonrisa radiante, sus pasos de rumba en Tik Tok (“Soy el que mejor baila”, suele decir en broma) y su sana picardía, dejó atrás el duro pasado en Cali. Cetré, el De Bruyne colombiano, “De Brownie” como a él le gusta llamarse, el del chiste fácil con el famoso auto de Citroen, buscará este domingo dejar su huella en la historia del fútbol argentino….

“Seguro nos habrán visto…”. Mientras River lleva 10 días sin partidos oficiales y Demichelis armó un amistoso informal ante Tigre para no perder ritmo, Nacional de Montevideo no para de jugar. El 4-2 ante Racing de Montevideo significó el quinto encuentro en poco más de dos semanas y la buena noticia para Álvaro Recoba es que la rotación le dio resultado. A las triple G más famosa del fútbol (ganar, gustar y golear) le agregó una cuarta (guardó) y las cinco victorias al hilo en la seguidilla desde la caída ante River entusiasman al Chino de cara al cruce por Libertadores en el Gran Parque Central: “Nos agarran bien y preparados de la mejor manera…”.

Sin Diego Polenta, Gonzalo Carneiro, Christian Ebere y Diego Zabala entre los concentrados y con un 11 que no incluyó a Sanabria, Romero, Báez y Pereyra (titulares en el Monumental), el DT sigue sin repetir la formación en lo que va del año, pero con la premisa de que “ninguno es titular o suplente” y que “hay buenas energías y se gana”, consideró que “era justa la rotación” y que su decisión se basó en poner “a los que estaban en mejores condiciones”.

Aunque River llega con piernas frescas después del mini parate, la ilusión que despierta jugar la Libertadores deja de lado el cansancio acumulado en Nacional. Con la tranquilidad de que su equipo compitió en Núñez, que se mantuvo en partido hasta el 2-0 sobre el final y que el déficit fue no convertir las situaciones generadas, Recoba sabe que la localía es un factor especial. Porque más allá de los elogios al césped del Monumental tras el 0-2 y de considerar que “en toda Sudamérica no hay una cancha como la de River”, el estadio de Nacional tiene lo suyo.

“Nosotros estamos acostumbrados a nuestra cancha, va a ser distinto”, advirtió el ex crack de los 2000, con recordados pasos en Inter de Italia y la Celeste. Con el campo de juego preservado al máximo (no hubo calentamiento en la cancha para cuidarlo) y la broma de Recoba en conferencia de prensa al decir que “capaz dejamos el pasto más alto para que ellos no jueguen tan rápido”, el DT confía en conseguir un triunfo clave en la aspiración por clasificar a octavos.

“River es un equipo fuerte que te la va a complicar, pero tenemos nuestras armas. Vamos a llegar bien, vamos a ir al frente, al igual que esperamos que ellos también vayan al frente. Por supuesto que el hincha quiere jugar bien y jugar mejor, nosotros también, pero en Nacional lo fundamental y lo primero es ganar”.

Lo mejor del último River 2 – Nacional 0